no hubo indicios;
de pronto:
"papá está muy enfermo",
alguien reveló;
yo estaba yéndome,
siempre me estaba yendo,
siempre
en otra parte,
fuera de...
¿huyendo de...?
y seguí.
Mis circunstancias
estaban por modificarse,
ordenarse,
en muchos sentidos.
No tomé
conciencia de ello,
no en ese momento.
Pasó lo peor,
lo había imaginado
pero fue muy distinto
cuando sucedió;
un hombre de blanco
nos dijo que habían hecho
todo lo posible y blablabla
no pude escucharlo
más.
Me había quedado sin papá.
Y eso era todo.
Un beso en la frente
y un te quiero
la última vez
que lo vi.
Luego, el beso
en una frente helada,
la nada.
¿Cómo explicarlo?
mis cosas estaban cambiando,
había mejorado en muchas cuestiones
y de pronto,
en unos pocos meses,
luego de tres días de internación,
el vacío.
Yo que me deshago en lágrimas
por absolutamente todo,
misteriosamente,
no pude llorar.
Cuando era muy chica
imaginaba qué pasaría
si no lloraba en el velorio de mis abuelos.
No sé si esto
tiene algo que ver
con ni una lágrima
en el de mi papá.
Salí, conversé con gente
que dice siempre las mismas cosas,
ya sabemos,
¡hasta almorcé
y nunca almuerzo!
pasó ese momento,
pasó ese día.
Al siguiente, estaba en la calle
y de pronto, caminé, caminé
cada vez más a un ritmo más rápido.
Estaba ciega,
como envuelta en una niebla muy espesa.
Entonces sí,
grité,
¡grité!
sin importar quien me escuchara,
sin pensar, sin poder evitarlo,
no sé por qué
de pronto,
ese grito que no fue ni será como ningún otro,
surgió desde adentro,
muy adentro mío,
como un estallido, como una explosión,
hasta convertirse
en un llanto imparable.
Estaba sola.
Mi papá había muerto.
No más sus tangos en el Winco,
no más sus retos,
sus consejos,
sus tés de tilo,
cuando estaba nerviosa por algún examen
o por lo que fuera,
no más
sus ojos verdes,
inolvidables.
no más
su presencia fuerte, única,
sólida.
Estaba sola.
Llorando en cualquier parte,
sin poder detenerme.
Tuve que preguntar
a quien haya sido
dónde estaba
y qué micro tenía que tomar para el regreso
a esa casa
en la que él ya no estaría.
No puedo explicar
la sensación de ese retorno:
el galpón vacío,
sus herramientas,
ordenadas, quietas.
¡el silencio!
continué con mis cosas,
como pude,
a pesar de la peor de mis pérdidas.
Aun así, supe enseguida
que mi vida
cambiaría,
inexorablemente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario