Lejos
todas esas idealizaciones,
esas proyecciones, absurdas,
en el otro, en otros;
lejos
ese identificarse,
ese creer en demasía,
ese derroche de nuestros días
¡en quien sea!
en quien creímos o creemos
que era de tal o de tal otra manera.
¡Solo se trataba, se trata
de una construcción de nuestro imaginario!
esa persona especial
era, es especial porque así nos lo parecía,
¡nos lo parece!
¡nos jugábamos por entero!
¡cuántos momentos valiosos desperdiciados en falacias,
ideas sin asidero armadas en nuestra loca cabeza
enceguecida
por una ilusión más!,
-en definitiva,
de eso se trataba-.
E insistíamos,
insistimos.
Luego, claro,
llega la terrorífica decepción.
Si nos hubiéramos ocupado,
si nos ocupamos
más, un poco más
de nosotros
hoy nos conoceríamos,
casi por completo;
sabríamos, sabremos exactamente
lo que deseamos,
de quienes desconfiar,
en quienes creer
sin depositarlo todo,
ahorrando, siempre, un poco de energía,
por si acaso.
¡Cuidarnos!
Todos somos vulnerables,
todos cambiamos con los años, las vivencias,
en fin, la vida.
¿Por qué creer en que un alguien no cambió,
que es el mismo que compartió con nosotros
instancias, situaciones, épocas, ¡culturas!
tan diferentes?
Es el momento
de re-crearnos.
No es posible
siquiera entablar una amistad,
si no nos empeñamos
principalmente, en nuestros intereses,
si no nos enfocamos
en comprender por qué nos pasa esto o aquello,
por qué reaccionamos mal ante determinada cuestión,
por qué no reaccionamos cuando quizás, debimos hacerlo.
¡Uhhhh, tenemos tanto
por descubrir acerca de nosotros mismos!
sin embargo, nos sigue atrapando esa obsesión
por el afuera: lo que se hace, lo que se dice,
lo que poseen,
lo que no poseen
incluso, personas
de quienes nada, en absoluto,
sabemos.
Insisto:
hay una persona principal
de quien considero deberíamos ocuparnos.
Saben a lo que me refiero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario