Abriste
el importante portón
y saliste, orgulloso,
con tu camioneta nueva.
Seguramente,
alguien, muchos,
tu vecino,
¿te admiran?
no estoy tan segura.
Es muy probable que piensen
algo tipo: "¡este sí que tiene plata!"
lástima que ni con todos tus "bienes"
podés impedir
que tu corazón
reclame y reclame
algo, demasiado
que preferís
ignorar;
inventás excusas,
proyectás en otros
tus debilidades, tus propios errores.
No importa.
Compraste
lo que ¿soñabas?
tal vez.
Ella
todavía está esperándote.
Y no espera
siquiera, un encuentro,
ni un abrazo, ni un beso,
¡ni una mirada de aquellas,
las de ese tiempo,
en que no podías adquirir
ni esa camioneta ni muchas otras cosas!
ella
sigue
-según
vos lo considerás-,
con sus banalidades,
-nada que no genere dinero
te parece importante, claro-.
¿Dejó de interesarte
esa mujer?
no.
Solo y nada menos
tuviste, tenés miedo.
Miedo
a que se desmorone tu falso imperio:
ese matrimonio aburrido,
en que ambos, apenas, se toleran
para no perder
su "fortuna";
porque lo querés todo,
¡nada de solamente la mitad!
¿te costó obtenerlo?
tal vez, tal vez no tanto
pero es lo más valioso,
es lo único que tenés
y por esa mujer...
No, definitivamente,
ignorás cada llamada,
sus mensajes,
todo.
O hacés de cuenta
de que no leés sus líneas
y en verdad, siempre las leés.
Pasará otro año
y otro, -depende de cuántos te queden-.
Seguirás leyéndola,
a escondidas,
-hasta de vos mismo-,
con la única intención
de saber
si para ella sos, al menos,
todavía,
un bello
-o aceptable-
recuerdo.
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