miércoles, julio 26, 2023

In memoriam

 Ella había naturalizado

 esa subestimación,


ese desdén,


¡los gritos!

¡los golpes!


ella

se había "acostumbrado".


Y dejó pasar el tiempo,

dejó pasar demasiado tiempo,


¡años de torturas,

de amenazas, de hostigamiento,

de encierro obligado!


¡años, años pasaron!


un día

habló con alguien.


Ella no frecuentaba

a casi nadie, salvo a su madre

y a una hermana


las que, por supuesto,

ignoraban esta situación;


¿cómo podía contarles

algo así?

reaccionarían mal,

terriblemente mal,


¡le dirían que se separara!


un día

se animó.


El tipo en cuestión

le había dejado un ojo morado

y golpes en los senos.


Y ella

ese día se animó:


fue a un lugar

que le había sugerido alguien,

una conocida.


Le tomaron la declaración,

le hicieron miles de preguntas,


¡la hicieron sentir

como si ella fuera la culpable

de tan injusta y brutal afrenta!


a él

no le hicieron nada.


Ni una citación,

ni una restricción,


nada.


Obtuvo el "famoso"

botón de pánico.


No sirvió de nada.

Él se lo quitó


y siguió amenazándola,

insultándola, abofeteándola,


cada día más.


¡Golpeándola 

en todas partes,


en la cabeza,

en el resto del cuerpo!;


ella volvió

a ese lugar,


aprovechando

que ese hombre al que había amado tanto

no estaba.


Lo mismo:

preguntas, pericias psicológicas

¡a ella, solo a ella!


y nada pasó.


Ella es una más

que desde el cielo de las inocentes

víctimas de desquiciados criminales


les recuerda

a todas, 


nos recuerda 

a todas


que el menor indicio

alcanza.


Que hay que escapar,

a donde sea, como sea,


siempre será mejor


que las torturas psicológicas, físicas.


Que la muerte.

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Cristina Del Gaudio

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