miércoles, enero 10, 2024

Despedazarse

 ¿Hay rituales

 para el olvido?


 el cuerpo

 parece sangrar


 y es el espíritu

 que va perdiendo su brillo,

 

 hasta  sentir

 que se desvanece;


 las lágrimas

 quizás, no brotan

 como se necesitaría;


 se insiste


 en esa sensación 

 de no valer lo suficiente,


 de no haber podido con...


 de fracaso.


Hay una especie de regocijo

como si se necesitara compensar tremendo desgarro;


luego,

transcurrido el tiempo

que cada uno requiera,


llega la rabia,

¿el odio?


dejar de culparse,


para trasladar la culpa 

a las circunstancias,


al otro,


a las expectativas

que imaginamos


generó

ese otro


como si nos hubiera robado

el tesoro más valioso,


irreemplazable;


como si nos hubiera

atravesado con un puñal


y en nuestra agonía,


insistiéramos en  acusarlo, insultarlo,

enviarle maldiciones;


es triste


pero también morboso.


Ese despedazarse,

en definitiva, 

a uno mismo


en pos de


nada.


La persona que decidió partir,

difícilmente cambie de idea;


mucho menos, decida retomar

¿en donde dejó?


¡dejó desde antes de dejar!


cuando era visible

y no se quiso ver,


cuando sus ausencias

se prolongaban


y justificábamos

y justificábamos


cuando en verdad,

no entendíamos qué pasaba


o no queríamos entender.


Hasta que un día

uno se despierta


y se experimentan

energías renovadas,


incluso,

aspectos de nuestra personalidad


que ignoramos por años

y de pronto, se exponen


¡para que se despierte

de esa pesadilla!


así,


se comienza

de nuevo.


Más golpeados, 

más temerosos,


con menos ganas

o menos ilusiones,


con menos, muchas menos

demandas, exigencias, 


¡toxicidad!


solo entonces es posible recomenzarse:


cambiar de persona, de personas,


de ambientes,

de caminos, de calles,


de actitud;


de ese modo,

podríamos aniquilar,


¡al fin!


la tan patética

autocompasión.

Cristina Del Gaudio

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