domingo, diciembre 01, 2024

La escalera de seres elegidos

 Creen que comprenden,

 creen que pueden opinar,

 

 ¡aconsejar!


 aseguran saber lo que hay o hubo que hacer 

 o decir


 en cualquier situación;


 ¡nadie puede decir a otro

 qué tuvo, tiene que hacer o decir,


 cuando no presenció, no participó,

 no sintió, no vivió las mismas circunstancias!


 no escuchó realmente,

 no leyó esos comentarios,


 no vio caerse, de pronto,

un estante de libros

 de terror


 sobre su cabeza;


 no experimentó esos latidos,

 ese miedo,


ese desgarro,


 esa decepción,


¡esa desesperación!


entonces...


no pueden juzgar,

¡nadie tiene derecho a hacerlo!


mucho menos,

si no hubo alguien en sus vidas


que las alteró

en mil maneras:


en amor, felicidad, delirio,

pasión,


¡ganas de seguir!


y luego, tantas ideas oscuras,

vivencias oscuras,


todo eso 

que se desata


cuando se deshace

algo tan ansiado,


tan quizás, sobrevalorado,


tan instalado

en el más alto peldaño


de una pequeña

escalera de seres elegidos,


seres

en quienes se creyó,


-erróneamente o no-


hasta las últimas consecuencias;


no, nadie que no haya vivido

en el infierno,


en esa sensación de manos

absolutamente vacías,


en ese continuar

sin continuar,


puede siquiera,

intentar entender:


ese ir de acá para allá,

cumplir con lo necesario,


fingir -pésimamente-

que todo sigue igual,


todo

hasta lo más sencillo,


deambular

como un zombie,


sin que nada perturbe:


ni el dolor, ni la rabia,

ni la sensibilidad,


nada de nada


¡porque todo, ¡todo! fue perturbado

de la peor o una de las peores formas!


¡Sépanlo, las hay!


personas a las que cuesta demasiado

recuperar

la voluntad, las ansias, el objetivo;


las hay

que renunciaron


y dejaron de luchar.

Cristina Del Gaudio

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