Cuánta alegría
escribiste
en esas líneas
-y no era común
en vos
tremenda exhibición
de sentires, de emociones-.
¡Cuánta alegría!
así lo expresabas,
así lo demostrabas.
Pero al parecer
eran solo palabras,
palabras arrojadas porque sí,
por alguien aburrido, hastiado,
sin demasiadas expectativas,
envejecido.
(Y no me refiero a la edad).
Apenas,
un consuelo
entre tantas rutinas extenuantes,
con olor a naftalina;
cumplidos para cumplir,
lealtades en papel
para no tener conflictos,
para no quedarte solo,
¿quién sabe?
poco pude saber
de vos,
como lo preví.
Y yo confiaba,
te conté cosas que a nadie,
supongo, entregué mis mejores palabras
-de las que tienen un respaldo-,
intenté aliviarte,
brindarte algo de ese aire fresco
que pensé necesitabas.
No tiene sentido
empeñarse
en bucear
en corazones rotos
que no buscan, no desean
reparación;
así, se estén partiendo por la mitad,
así, los invada el tedio,
sumado al miedo a perderlo todo
-cuando en verdad, no se tiene nada-.
Me alejé, entonces,
de ese sitio virtual
que era el único
que nos conectaba.
Y nada.
Pude haber enfermado,
pude haber muerto,
pude haberme ido
a otro sitio, a otro país.
No importaba,
no te importó.
Tristemente,
descubrí que siempre había sido así.
Quizás, logré hacerte sonreír,
alguna que otra vez.
No me arrepiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario