Descubrí
que mucho pero mucho más angustiante
que extrañarte
-aun sabiendo que no volverías,
que no volverás-,
es haber extinguido
dentro mío,
con o sin mi permiso,
todo tipo de ilusión,
ansias de espera de...
deseos,
proyectos,
¡recuerdos!
todo se desdibuja,
poco a poco:
los besos
guardados en el corazón
durante años,
las palabras,
las más bellas,
las más sentidas,
los abrazos,
las caricias,
aquellas antiguas promesas,
¡hasta los miedos!
nada pasa,
nada circula
por las ancestrales
cicatrices
físicas y psicológicas;
nada
nada sucede.
Tu nombre
se desliza aquí y allá
como el de cualquiera;
ya no tiemblo
al leerlo o escucharlo.
¡Ya no te pienso,
no tengo deseos de volver a intentar
siquiera, dibujar algunas letras
y entrelazarlas, así, como antes,
como siempre!
y con todo ese amor,
¡todo ese amor!
¡¡amor voraz, inmanejable,
que me excedía,
hacía que cada instante
fuera infinitamente exquisito
y eterno!!
hoy
un vacío,
tan pero tan vacío
que asusta,
aunque creo que ni eso me pasa,
ni existe dolor, ni pena,
nada, en absoluto.
Ni en mis sueños,
un mínimo atisbo de tu presencia
o no-presencia,
tu ausencia
pasa por estas calles,
por otras,
por estos u otros bares,
rincones
y me resulta
inadvertida:
sin embargo,
todo es muy oscuro
por acá,
al parecer,
tu luz lo invadía todo
y no me daba cuenta
o sí, pero elegía disfrutar
cada letra, cada palabra,
cada momento,
como fuera;
¡adiós, amor de mi vida!
¡adiós!
jamás imaginé
ser yo la que pudiera decírtelo,
¿libertad?
puede ser.
¿Pero qué hacer con esta soledad, incontenible?
¡me abraza, me asfixia,
me mata!
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