miércoles, diciembre 28, 2022

Todo... menos alma

¿Inocente?


no sé si tanto;


sonreía mentiras,

de aquí para allá;


mientras, en su cuarto,

lloraba, se lamentaba,

se autocompadecía.


Era una habitación enorme,

repleta de lugares de guardado

atiborrados de distintos objetos,

ropa, zapatos;


todo era enorme

en su entorno,


excepto

su autoestima;


ella fingía,

a sabiendas,

que nada le importaba,

que todo estaba bien;


-una felicidad ficticia-. 


Sus sueños

ignorados,

-a pesar de que los recordaba perfectamente-,


como esas películas

que ya se vieron

y se dejan en la pantalla,


aunque

no se les preste la menor atención;


de algún modo,

esa era su vida.


¿Inocente? ¿buena?

¿incapaz de...?


en verdad,

detestaba a prácticamente todos,


impedía, dentro de lo que le era posible,

cualquier tipo de contacto;


un saludo con la mano,

desde lejos

y ya;


fingía, sin embargo,

tener amigos, ideaba y mencionaba conversaciones

que nunca habían existido,


reuniones

que nunca se habían concretado,


ni lo harían.


Fingía.


Gustos, afinidades,

aficiones, trabajos, salidas,

viajes.


Todo era un engaño.


Engaño

en el que, tal vez, quería creer.


¿Por miedo?


su particularidad

consistía en esos ojos impresionantes,


una mirada que enternecía,

subyugaba, convencía a cualquiera;


se creía única,

a pesar de todo,


sabiéndose compartida


y eso sí le dolía.


Tanto


que se alejaba

de quien no la hacía saberse elegida,

exclusiva.


No conocía el amor,

no tenía idea de su incondicionalidad;


inventaba sentimientos en otros,

los volvía reales y los demandaba;


¡siempre demandaba atención! 


ser escuchada, ser entendida,

aunque ella no lo hiciera;


en fin, no se interesaba por nada

ni por nadie,


menos, por sus respectivos problemas;


lo tenía todo,


menos,

alma.


Nunca supo

lo que se experimenta en el contacto real

con otro,


en la empatía hacia los demás;


en ese llorar lágrimas ajenas,

abrazando a quien fuera,


conteniéndolo;


no, ella no sabía

sobre esas cuestiones.


Ni sobre los latidos imparables

cuando el amor acecha

 

y uno no puede resistirse, 

ni evitarlo, ni huir de él;


nunca supo 

de eso. 


Su egoísmo

apenas, la conducía

a esa necesidad de ser prioridad

de alguno, de muchos;


despojada, absolutamente,

de afectos;


su único mérito,

podría decirse,

estaba en esa mirada especial,


jamás vista.


Nadie podía dejar de reparar en ella,


esos ojos inmensos

reflejaban cierta ternura, cierto desamparo,


¡una supuesta inocencia!


quizás,

su verdad:


la que hasta ella misma

desconocía.


...............................................................................


Se quedó sola

para siempre.


................................................................................


Luego de un largo tiempo,

la encontró, por casualidad,


un chico

que solía llevarle mercadería:


ella, o lo que quedaba de ella,

¿descansaba? sobre el inmenso lecho.


Rígida, helada.


Nadie supo 

cómo había sucedido.


Ni pudo vislumbrarse

a través de sus ojos:


dos párpados resecos

sellaban aquel antiguo atributo.














les preste atención;

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cristina Del Gaudio

Seguidores