jueves, julio 25, 2024

Felicidad tácita

 No se tenía en cuenta

 tooooodo el tiempo

 

 lo que se tenía,

 lo que se deseaba,

 -no por eso, carecíamos de deseos-;


deseos


sin desesperación,

sin urgencias,


sin reclamos,

sin comparaciones

ni competencias;


con la idea

de que algún día o no...


(no era trascendente).


Éramos felices

con poco, algo, nada;


éramos felices

porque no nos ocupábamos

en pensar en ello;


era natural,

¡éramos naturales!


la calle 

no era un mundo incierto,

peligroso;


la calle, las veredas,

¡los potreros!


eran nuestro universo.


Miles de situaciones

ingeniosas


surgían, de no sé dónde,

de la nada,


de nuestra imaginación,

-aunque no lo sabíamos-;


no había preguntas incesantes,

no había temores recurrentes;


el otro, quien fuera

era uno


pues estábamos todos juntos,

así estuviéramos alejados;


ese otro tiempo

lo sabemos, no regresará;


el afán de poseer

¡y mostrar!


se apoderó

por completo del hombre;


no existe,

aunque se lo mencione(¿?)


el que sufre;


solo se finge

cierta conmiseración.


No existe


quien no posee

esto, un poco más

y más;


no existe


la empatía

-o solo en muy pocos casos-;


el amor, la ternura, la emoción,

¡la alegría!


el estar con alguien bien,

tranquilo,


solo por estar


compartiendo lo mínimo,

lo que fuera:


un helado,

una tarde de sol o de viento,


una corrida

tras una tormenta;


¡una carrera

hacia cualquier parte!


todo contaba

y nada contaba.


Todo era valioso,

así no fuéramos conscientes de ello;


cada día:

una idea, un juego,

una persona o más


¡o las mismas!


cada día:


una sonrisa,

un abrazo,


un tácito:

"estoy con vos",


-no importa por qué, ni en qué sitio

ni cómo- pero...


"¡vamos!"



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Cristina Del Gaudio

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