Si esa persona
que roba tus sueños
noches y noches;
si ese amigo, amiga,
te decepcionan,
se alejan o los alejás,
pues no son como creíste que eran,
porque ya no te suman;
si incluso un familiar,
un hermano, una hermana,
¡si alguno de tus padres
o ambos!
demuestran desinterés
respecto a tus asuntos,
te discriminan por ello,
te controlan en exceso,
te culpan,
en fin,
no te dan ese amor
que tal vez deberían
-o así lo percibís-,
evitá, en lo posible,
arrojarte a la inmunda autocompasión,
al desamor por tu propia persona,
a la tristeza más intolerable;
pues tu cuerpo, tu corazón,
¡tu alma!
no son inmunes
a esas sensaciones de desesperación
que paralizan,
aniquilan la autoestima,
te reducen, inmersa en negros pensamientos,
a la nada;
podés llorar mucho, cuanto desees,
gritá hasta casi perder la voz,
¡maldecí!
pero no te entregues.
Solo vos, antes que cualquiera,
debería interesarte;
abandonarte a designios ajenos
te aniquilará
por dentro,
por fuera;
si no te defendés,
si no te autoprotegés,
nadie lo hará.
No incites al espejo
a nublarse ante tu mirada;
recuperá, poco a poco,
esa fuerza
así la hayas abandonado
durante un rato.
De lo contrario,
si no ponés todo tu ser
en pos de regresar a lo tuyo,
nunca podrás ser vos mismo:
apenas, vivirás la vida
de otro,
de cualquier otro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario