No fue un castigo
haberte querido como te quise;
hay quienes
jamás conocen ese tipo de sentimientos;
así, pasan toda su vida
sin gozar de esas únicas, ¡irreemplazables!
ilusiones,
sensaciones,
ocasionadas
por una atracción que luego se transforma
en enamoramiento,
-quizás, en amor-;
por eso,
más allá
de cómo acabe,
-si es que acaba-,
urge agradecer,
sobre todo en estos tiempos,
en que ese estado,
-ni hablar del amor de verdad-
parece ser una rareza,
incluso, un privilegio
para pocos;
de hecho, parecen haberse devaluado;
muchos no creen
siquiera, en que sea posible
experimentar algo mínimamente
similar;
por mi parte, ya no estoy enojada,
ni me siento mal
si esos vínculos,
-tal vez, solo pasiones-
finalizaron
del modo en que lo hicieron,
-en algunos casos,
sin mi aprobación-,
aun pese a las tantas lágrimas,
a la sensación de impotencia,
al vacío
que deambula por el cuerpo,
por el alma,
tras la pérdida;
lo cierto es que en ocasiones, fue o es uno, -no ambos-
quien imaginó, proyectó,
o imagina, proyecta
una posible eternidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario