Un jardín con tulipanes
de todos colores:
lo imagino
como parte de esa coreografía perfecta,
en un lugar "perfecto",
donde todo parece funcionar "perfecto";
cuando aquí
apenas veo a todos esos árboles,
corifeo de las vías del tren;
si observo a lo lejos,
el majestuoso pino atemporal,
alguno que otro árbol
ya amarillento,
-aquí estamos en otoño-.
Sonrío.
Pues probablemente, no calificaría
según ciertos criterios,
mentalidades, hábitos, rutinas;
y sin embargo,
para mí son mi naturaleza circundante,
mi aire,
mi estímulo,
¡Y eso que no mencioné
a mi tan admirada enredadera,
la de las flores color violeta!
pasan cada tanto, bandadas de pájaros,
ostentan sus increíbles vuelos,
¿qué más puede pedirse?
¡Y ese cielo tan pero tan azul!
enmarcando
esta naturaleza
que esté donde esté,
deslumbra, oxigena,
detiene al caminante,
lo hipnotiza.
Alguna vez
solo veía a un pino muy grande,
muy cercano a mi ventana;
pues en él
estaba todo,
no solo lo que podía observarse,
estaban los pájaros que lo visitaban,
estaba su presencia, día tras día
con esa impotencia conífera
que me subyugaba;
¡escribí muchísimos textos
sobre ese pino, sobre lo que yo sentía,
sobre lo que yo experimentaba!
al verlo allí, tan firme y enhiesto,
apenas despertaba,
apenas la luz del sol
acariciaba mi balcón
¡incondicional!
como lo es todo
lo que quizás, tantas veces,
no apreciamos.
En fin,
no tengo tulipanes,
tengo mi retazo natural
que me convoca,
involuntaria, incesantemente,
a soñar, a escribir,
¡a renovar mis ansias!
a redescubrir
mi existencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario