domingo, julio 04, 2021

Nada nos quitará el sueño, ni la vigilia

 No esperar


 el llamado,

 la palabra,

 el cumplido,


la presencia;


tampoco, asumir

una posible ausencia.


No esperar

nada, ni a nadie


ni en el lugar propio

si lo es,


ni en ningún otro

que pudo haber sido

y definitivamente, no lo fue;


no esperar


pequeños,

medianos, grandes

logros


ni vaticinar fracasos;


no aguardar


recompensas,

aplausos,

aprobaciones,


ni vislumbrar imposibilidades.


Nada, nada por esperar:


ni amor,


ni amistad,


ni compañía,


ni comprensión,


-tampoco imaginarse incomprendido-;


no esperar

junto al maldito teléfono

la voz que no va a llegar;


¡tampoco estar atentos

a esa supuesta certeza!


no escribir a nadie el mensaje

que nosotros nos enviaríamos


¡el otro, la otra

no son iguales,

no piensan del mismo modo!


No esperar

pena, consuelo, 

consejos.


No esperar nada de nada,

tampoco de nuestra parte;


no acosarnos,

no reclamarnos,

no exigirnos,


no culparnos

por haber hecho esto, lo otro


o no.


Fluir,

dejar ser


a quien sea,

¡a uno mismo!; 


permitir que el devenir

resuelva;


tan solo tomar por ese camino,

el preferido

u otro


y seguir haciendo

lo de siempre


 o algo nuevo,


¡sin condiciones,

sin prejuicios!


así, tan tremenda carga,

se esfumará;


si nos abandonamos

en los brazos

de las circunstancias,


si dejamos brillar al sol,

a los árboles, entregarnos sus dones,


¡a la vida, hacer lo suyo!


a los que se quiere,

querernos como quieran 

y no como nosotros querríamos;


retozaremos, entonces,

en el confortable lecho de la libertad,


nuestro espíritu

volverá a sonreír;


nada, nadie

nos quitará el sueño,

ni la vigilia;


el día, la noche

nos apaciguarán


o nos incitarán

¡a hacer, a crear!


porque nada esperaremos,

porque nada les pediremos


entonces todo

o lo que tenga que ocurrir


ocurrirá.



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Cristina Del Gaudio

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