Gracias
árbol bellísimo,
¡superlativo!
mis días de otoño
te pertenecen;
nunca podré expresar
todo lo que mis ojos, mi alma
experimentan
al verte de nuevo:
así, tan majestuoso,
brillante como el sol,
con tus raíces
arraigadas a la tierra que amo;
gracias
por alumbrar
mis días de tristeza,
por secar una por una
mis lágrimas
con tus hojas incandescentes.
Y de pronto, lográs que resurja,
en medio de la que parecía inacabable
pena
esta nueva, alentadora y contagiosa
sonrisa.
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