Solo la muerte
parece reinar
en un mundo
que no es el de años atrás,
ni siquiera el de semanas atrás,
ni el de ayer, ni el de ahora;
solo la muerte.
Y la vida
lucha cada vez más
por prevalecer,
por incentivarnos,
por ser noticia
exclusiva.
Pero la muerte
puede con tantas cabezas debilitadas,
asustadas, negadas.
Y lo sabe.
Con su mejor y más negro atuendo
se retuerce de placer
mientras desfilan, ante sus ojos cavernosos,
miles de muertos,
-algunos vivos, todavía-.
Virus, bacterias, terribles enfermedades,
guerras, hambre,
desastres climáticos:
el combo completo
para su inmundo banquete.
Ella goza hasta el clímax,
no sabe de piedad,
ni de lágrimas;
¡y danza, danza, danza!
sobre todos esos cuerpos putrefactos.
Exterminados
los sueños de miles de personas
que nunca desearon,
ni siquiera, imaginaron,
su súbita llegada,
absoluta, innegablemente
definitiva.
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