No quedó nada
del perfume
de esa flor;
así, persista
en tus recuerdos;
no quedó el sabor inigualable
de sus besos,
ni su risa
¡imposible no contagiársela!
no quedó
su vocación,
ni sus sueños,
ni sus planes,
ninguna de sus historias,
casi siempre, inventadas
en tanto, vos fingías
creérselas;
un cuerpo
pisoteado
quien sabe por cuántos y por qué cosas
es todo,
no es.
No,
definitivamente, no es ella.
Si borrás esa imagen
entre las piedras:
la de una de las tantas víctimas
de una guerra cruel,
imparable,
-¡tremenda deshumanización!-
que convirtió a tu flor
en apenas, restos,
la hallarás.
¿Dónde?
en tu cabeza,
¡cuántas cosas iban a hacer juntos!
imaginá que las hacen,
¡tu corazón
impulsará a tus pensamientos!
no llores.
Ella
sigue allí,
dentro tuyo,
como siempre.
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