lunes, octubre 24, 2022

La eterna guardiana del misterio

Le temía

a la noche;


la veía

como el fin,


como el lapso temporal

de la conciencia de lo no realizado;


tal vez,

ni siquiera planeado

lo suficiente;


ese día y tantos otros

ella era, a mi juicio,

la que los ocultaba,


la que hacía que se perdieran

para siempre;


entonces, lloraba,

maldecía,


me demandaba,

me condenaba;


pasó el tiempo.


hoy no la veo de ese modo.


La noche, en efecto,

es la culminación de cada día


pero también

la promisoria antesala

de un futuro, ¿por qué no?

mucho mejor;


¿y si mañana

sucede lo que aspiro,

lo que tanto imaginé que sucediera

y no fui capaz, no me atreví,


me lo impedí

quién sabe por qué motivos?


la noche

no permitió jamás

que pensara en otra cosa.


Así, 

comencé a verla de un modo muy distinto:


la eterna guardiana

del misterio, de la magia, de lo sorprendente,


poseedora de la varita transformadora

que hace que todo se vea posible,


que todo lo sea,

si uno pone de su parte,


en principio, las ganas, la esperanza;


la noche nos incita

a renovar aquel antiguo sueño,


a crear nuevos sueños,

insospechadas expectativas;


hoy, mañana, pasado,

¡se concretarán!


la noche es el telón

detrás del cual habita la promesa de la mejor obra teatral,

de la cual somos, seremos, indiscutibles protagonistas;


sin ella,

no habría motivación,

ni secretos, ni sorpresas;


si la luz del día

fuera permanente

se extinguiría la gracia

de recibir ese fulgor;


cada noche oscura,

sensual, sublime,

¡creativa!


al llegar a su fin,


nos arroja

a la luz, a la verdad,

al autodescubrimiento,


a la recuperación

del sentido, de nuestra esencia;


en tanto el sol,

se lo vea o no,

agita, imperturbable,


nuestro ansioso,

quizás, algo alicaído


sin dudas, imperecedero


espíritu.

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Cristina Del Gaudio

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