jueves, octubre 27, 2022

Irreemplazables

 ¡Qué penoso

 pretender ser otra persona!


en tanto, ese otro

al que se envidia, se considera pleno,

feliz,


quizás, como todos,

no tenga esa vida perfecta

que podría imaginarse;


tal vez, muy diferente,

en varios aspectos,

a lo que el envidioso supone;


pero no solo se envidian

los bienes materiales,


también, el talento,

las habilidades, 


la capacidad de hacer

lo que fuera, muy bien

o lo mejor que puede;


¿por qué no hacer

en lugar de observar qué hace el pro-activo,

supuestamente exitoso?


¿por qué no convertirse en uno más,

en el rubro que sea, según los gustos, las inclinaciones,

las condiciones particulares?


ayudaría enfocarse a pleno

en sus aptitudes (y actitudes),


dejar las sombras,

salir de la comodidad de la observación inactiva


y empeñarse,

así cueste, así lleve meses, años,


pero nunca renunciar

a lo propio;


nunca resignarlo

en pos de la burda imitación desidiosa

de aquel a quien se considera un triunfador,


cuando simplemente,

no cesó en su búsqueda,

lo intentó todo,


lo sigue haciendo


y tal vez, lo haya conseguido,

o no,


pero nunca

desistió;


es tan distinto verlo como a un ejemplo,

no a un rival,

¡no lo es!


así se dedique a una actividad

similar a la del que admira y detesta

al mismo tiempo,


podría lograrlo también;


es simple: entregarse a su esencia,

ser quien es,


tenga o no que ver con lo que son

los demás;


pero convencido,


plenamente convencido


de que está haciendo lo que tiene que hacer,

lo que sabe hacer, lo que disfruta, ama,


¡concretar, al fin, sus propios sueños!


estar orgulloso de sus logros,

sentirse seguro de sí, 

de lo que se puede, de su misión,

-todos la tenemos-


en esta tierra.


Es la base

de todo.


Su fuerza espiritual

y la de cada uno


es la que marca,

definitivamente,


nuestra condición de seres particulares,

irrepetibles, 


y absolutamente


irreemplazables.



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Cristina Del Gaudio

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