Por preocuparse
en exceso
por lo que podría pasar o no pasar más tarde,
mañana, durante la semana,
se paralizan
actividades, creatividad,
intercambios, salidas, posibilidades
y muchas veces
lo que tanto se teme no conseguir,
¡enceguece todo discernimiento,
todo deseo,
cualquier hecho artístico,
los gift más preciados!
casi siempre,
no es tanto el tiempo que se tiene que esperar,
por lo que resulta injustificable tamaña ansiedad,
¡todo ese nerviosismo!
¡y ni hablar del miedo,
maldito, poderoso miedo!
engendrado
por nuestra imaginación,
ahogada en un mar de pensamientos nefastos;
si se sabe que esto puede suceder,
si se dio con anterioridad,
¿por que se insiste
en similares sensaciones, actitudes
horrendas,
se decae, se anula toda opción,
se niega
la vida?
esto sucede al sucumbir,
en extremo,
a esas voces oscuras
cuando la razón se detiene;
entonces, parece inevitable
caer en un vacío insondable;
¿odio por nuestra persona?
¿falta de autoestima?
¿auto-boicot?
al resurgir
de ese estado paralizante
uno
se siente exhausto,
casi no entiende por qué volvió a lo mismo,
por qué cedió a la tentación
del dejarse llevar,
decaer inexorablemente;
es como si se entablara
una lucha
sangrienta, devastadora;
la peor de las peleas,
-aunque se obtuviera o no lo ansiado-,
¡se pierde,
siempre se pierde!
¡y esa desazón!
al caer en cuenta
de que el rival
una vez más
fue, es
uno mismo.
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