No vas a perdonarme.
Pero lo peor, lo que más duele
es esa indiferencia.
Insultame, decímelo todo,
liberate de esa rabia,
de ese resentimiento
¿de esa nada?
-insisto
y lo arruino más-.
Decidiste eliminarme
de todas partes:
ni una palabra,
ni una mención,
ni un llamado,
ni una fotografía.
No sabré de vos,
¡no sabré de vos!
nunca más.
Siempre hay escapes
para el no-olvido:
entretenimientos,
pensamientos creados para tal fin;
otras personas,
otras situaciones, salidas,
conversaciones,
en fin.
Siempre hay algo
por lo cual impulsarse a seguir
día tras día,
retomar
un antiguo sueño
o ignorarlo,
-según-.
Sigo aquí,
no siempre te tengo presente
pero casi.
Lo más triste de todo:
la incertidumbre
de tu sentir,
de tu no sentir,
de tu detestarme
o no,
de la ubicación del sitio,
al parecer, inexpugnable
en que te escondiste.
No hay comentarios:
Publicar un comentario