¡Qué patéticos,
los humanos!
se cuenta la cantidad de muertos
y nadie entiende, ¡nadie, salvo sus allegados!
lo que UN SOLO MUERTO representa
para una familia, para sus amigos, para su entorno;
se enfatiza en lo irrelevante,
-quizás, intencionalmente-;
¿sería menos doloroso -o menos perjudicial
para algunos-, si hubieran sido menos?
¿o más?
así, con todo.
Una princesa, candidata a reina,
tiene que contarle al mundo que padece una enfermedad grave
y aclara que no se preocupen, que se queden "tranquilos":
se refiere a su pueblo,
sus supuestamente, futuros súbditos;
¿qué nos pasa?
¿convertimos en dioses
a otros seres humanos
que a semejanza nuestra,
padecen, lloran, se alimentan o no pueden hacerlo,
tienen sufrimientos
o no los tienen;
aman, dejan de ser amados,
vuelven a amar?
¿alguien es dueño, acaso,
de la vida de los otros?
se trate de un clérigo, de un príncipe,
de un rey, quien fuera;
se busca protección
en quienes no pueden ni deben dárnosla;
todo por no hurgar
en nuestro interior;
todo por no saber
qué nos pasa en verdad,
por qué tapamos situaciones
que nos superan
con banalidades,
con supuestos seres "modélicos";
pasa también con los futbolistas,
por ejemplo,
con cantantes, actores,
con pseudo-adivinos,
psicólogos -serios y de los otros-;
¿cuándo vamos a hacernos cargo
de nosotros mismos?
somos grandes ya.
Y todavía:
la sombra del presidente, del eclesiástico,
del rey, en otros contextos,
pendiendo
en nuestras cabezas,
¿a modo de amuleto
para la suerte?
basta de falsas deidades, reyes,
presidentes, defensores de derechos humanos o inhumanos
que se consideren
como a padres a nuestro cargo.
¡no debería haber "defensores"
de nuestras vidas!
¡jamásssss!
es la vida que elegimos,
es la que decidimos seguir,
con, sin errores,
con, sin problemas,
con, sin miedos,
con, sin inseguridades,
con, sin enfermedades.
Nuestra existencia no puede estar en manos
de ningún gurú, de ninguna persona
de ningún ámbito,
¡tampoco de nuestros maestros!
pues ellos
fueron y serán quienes traten de inculcar SU modo de ver,
de pensar o repensar la historia y todo lo que implica
a su manera;
informémonos, abramos los ojos,
pensemos por nosotros mismos;
no nos atemos
a quimeras, promesas,
falsos "salvadores";
son todas mentiras,
son rituales caducos,
son historias que pasaron de generación en generación
y se fueron descomponiendo
en este enjambre de números, de dudas,
de temores, de falacias
que inundan nuestro discernir.
No importa la cantidad de muertos,
¡importa que murieron!
importa los que los mataron
o hicieron algo que los llevó a la muerte;
¡importa que ya no están!
y no pueden defenderse.
Busquemos la verdad,
¡no lo que convenientemente
nos cuentan!
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