Podés comprar lo que sea,
podés viajar adonde sea,
podés obtener títulos,
diplomas, reconocimientos;
podés haber leído
miles de libros,
ser considerado muy culto,
ser apreciado por ello
o no;
podés ser un escritor, músico, cantante,
actor, malabarista,
artista plástico,
reconocido, exitoso;
podés alcanzar un cargo académico, político,
diplomático, el que fuera;
podés ser un deportista súper virtuoso,
convertirte en ídolo de multitudes;
podés lograr alguno o varios
de esos dones, dinero, posesiones,
objetos de lujo;
podés ser uno de los "elegidos"
-o los que así consideraste-;
¡claro que podrías ser
uno de ellos!
pero no te aseguraría
ni una pizca de amistad,
ni de amor, ni de empatía, siquiera,
si los obtuvieras
no digo siempre, pero casi,
serían por "eso"
que tenés o sabés.
A pocos importaría
quien fuiste, sos realmente,
qué tenés para dar
que no se vincule con lo material
o el conocimiento;
puede que consigas
también a alguien que te ame
pero nunca o pocas veces
estarás seguro si no tiene que ver con tus bienes
o tu prestigio
o ambos;
será que en la vida
no todo puede alcanzarse;
o será que no debe ambicionarse tanto
y sí se debe pensar y actuar más con el alma
que con la cabeza.
Hacer, decir, accionar
según nuestros sentimientos nos lo propongan
puede, podría
conectarnos con siquiera, momentos,
en ocasiones, breves,
¡pero tan valiosos!
momentos que nos traerán, siempre, recuerdos
para nada vinculados a posesiones,
metas ni galardones,
recuerdos que sí lo estén
con abrazos, besos, caricias,
encuentros, contención, conversaciones extraordinarias,
¡risas,
miles de risas!
casi casi como decir
momentos de felicidad
que pueden ser pocos, efímeros
pero sin lugar a dudas, inolvidables.
El corazón sabe de esto.
Pregúntenle.
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