Se abre el telón:
¿qué decorado podría sustituir
a tremenda exhibición natural?
Ese rojo, esa sangre
con un fondo semi-oscuro,
¡el atardecer!
¡tantos atardeceres!
que pocos ven,
pocos disfrutan,
pocos
reflexionan
muchos menos, gritan a viva voz:
¡qué hermosa, qué maravillosa
es la vida!
¡Urge mirar alrededor,
esos cielos multicolores,
esos árboles engalanados en oro,
ocre, rojizo, -según el caso-!
un otoño
que nos arroja hojas y más hojas,
¡y pasamos de largo,
encerrada nuestra mente
en preocupaciones banales, en muchas ocasiones!
saber VER,
permitirse VER,
los sueños no están solo
al apoyar la cabeza sobre la almohada;
los sueños están aquí,
a nuestro alrededor,
sobre todo, los que tenemos la suerte
de poder fotografiar en nuestra mente,
en nuestro espíritu,
tremendas maravillas;
ningún escrito,
ni este ni los que vendrán
me posibilitarán
explicarles mi regocijo
ante esas mañanas soleadas,
ante esos atardeceres deslumbrantes,
esas noches estrelladas;
¡y esos árboles!
las ofrendas de las que se despojan
para tiempo después,
renovarse, reverdecer,
¡comenzar de nuevo!
¡hay tanto que deberíamos aprender
de natura!
no hay mezquindades,
no existen rivalidades,
egoísmos, competencias,
vanidad;
cada especie
en su hábitat
cumple su desarrollo,
se desprende de su follaje,
¡no hay muerte, no hay vida,
no hay méritos ni fracasos!
los miremos o no,
nos emocionemos
o no nos importe nada de ellos,
nuestros árboles, nuestros arbustos,
estarán allí,
enfrentarán situaciones climáticas hostiles,
calor abrasador del rey de la creación,
tormentas, vientos superlativos;
perderán no solo hojas,
los vientos intensos se llevarán ramas
¡y tantas bellas flores!;
aun así, no cabe llorar
¡pues regresan, siempre regresan!
y si no lo hacen,
¡serán nuevas semillas, nuevos brotes
en pos de nuevas, promisorias, especies,
siempre, siempre, incondicionales!
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