domingo, agosto 02, 2020

El escudo protector

Cuando cambia la perspectiva,
se diluyen cuestiones
que nos acosaron durante mucho,
demasiado tiempo.

Pierde relevancia
aquello que nos pareció tan terrible,
inaceptable, imperdonable.

El amor, entonces,
nuevamente prevalece.

Y triunfa,
más allá de especulaciones,
resultados;

porque siempre está en nosotros,
porque siempre lo estuvo, así, lo pasáramos por alto,
consciente, inconscientemente.

Finalmente, se impone
y ya no podemos abstenernos
de ese halo, imposible de describir.

Dejan de ser trascendentes
devoluciones, recepciones,
rechazos.

El amor nos sostiene,
nos da motivos,
nos incita;

nos impulsa
a no ceder,
a seguir peleando,

a seguir,
como sea,
cuando sea,

también,
en las peores circunstancias;

es la fuerza arrolladora
contra la que ningún detractor,
ni refutador, ni con "pretensiones" de enemigo

puede.

Porque es más poderoso
que todo lo malo.

Porque si el amor nos arrulla,
el mal
no puede entrar en nosotros;

porque es nuestro escudo
protector,

el más brillante,

el más confiable;

pues, proviene de nuestro interior,

si no amamos, no podemos hacer nada,

o sí
pero nunca es ni será lo mismo;

será un fingimiento de existencia
y eso, -ya sabemos-, ¡no nos alcanza!

sentir ese amor
por otros, los que están,
los que ya no están

por alejamiento, momentáneo o no,

por partir quién sabe a qué sitios
absolutamente insondables,

definitivos;

el amor por este pino,
el otro árbol, un poco más alejado
y aquel otro y tantos
en tantos lugares

aquí, en todo el mundo;

¡el amor por esa nobleza natural
desinteresada, vivificante!

todo ello nos colmó, nos elevó,

¡nos incentivó siempre
y seguirá haciéndolo!

porque el amor no renuncia, no decae,
no acaba nunca,

no muere,

si es amor

pero de verdad.

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Cristina Del Gaudio

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