lunes, diciembre 21, 2020

Distintos hombres, similares historias

De los pocos

o algunos más

que alcancé


a gozar,


¡uh! miles de experiencias;


¡libros clásicos

en papel!


jamás podrán ser reemplazados.


¡Cuántas emociones,

cuántas lágrimas,

qué maravillosos y verídicos

pactos con el autor!


cómo volaba, cuánto volaba,

entonces,

la imaginación;


también había mucho de incomprensión

o una comprensión distinta,


particularmente, cuando los tuve en mis manos

siendo muy joven;


hoy llegan a nosotros

en  versiones más actualizadas,


algunas, impecables,

de muy alto costo,


pero siempre producen las mismas ganas,

nos invitan a volar, a soñar, a recordar,

a sentirnos identificados;


el releer lo tantas veces leído, pensado, 

reescrito por nuestra inquieta, ávida, mente;


el bagaje de experiencias

edifica nuevos significados

para los mismos textos;


resignifica ciertos valores,

determinadas ideas,


¡muchos de ellos nos parecen tan antiguos,

tan caducos!


el tiempo pasó.


Y pese a los cambios en las formas de comunicarse,

en el uso del vocabulario, en los distintos soportes, 

en medio de la entreverada red virtual,


pese a todo y a todos


nada hubo ni hay ni habrá

como sumergirse por completo


en las páginas de esos clásicos,


llamados de ese modo

pues siempre tienen algo que decirnos,

algo que hacernos ver,


cualquiera sea nuestra edad, nuestras vivencias,

nuestra educación, nuestra situación social;


aportan expresiones en pos de referirse a distintas situaciones

que pueden o podrían ser disparadoras

de nuevos pensamientos,

de renovadas historias.


¡Cuántas recreaciones se han hecho

por escrito o en videos, films

de tantas obras que datan de siglos pretéritos!


pero los clásicos,

los buenos clásicos


siempre tienen actualidad,

así, se hayan aplicado términos hoy en desuso,


la vigencia

que sostiene

que siempre sostendrá

la vida del hombre común,


del rico, del poderoso, del humilde,

del ignorante, del sabio,


del enamorado, del que pena por amor,


ese iluso adolescente que sueña

con quien lo rechaza


en tanto, desoye el canto desesperado

de quien vive y muere por él;


las injusticias, los odios, aun entre parientes,

amigos,


la deshumanización

ante situaciones límite;


el hombre ha sido

y es casi en todo o en todo

prácticamente igual;


solo cambian ciertas modas y modismos,


ciertas manera de hacer, 

de expresarse, de gesticular.


Pero la realidad, el mundo interior

del hombre, por ejemplo, del siglo XVI,

- haya sido cual haya sido su estrato socio-económico-cultural-

no dista demasiado de la de nuestro siglo.


Los padecimientos, los abandonos,

las traiciones, las pérdidas, las enfermedades,

los amores compartidos, los desamores,


la juventud,

la vejez,


el desamparo, las glorias,

las risas, los llantos


tienen mucho o todo que ver


con quien lee, vive o recuerda alguna de esas instancias

justo justo en el momento en que el autor

¡como si aquel reviviera!


ignorante, desde ya, de su presencia,

de su atención


se lo dijera a sus ojos,

a su sentir, a sus carencias,


a su entendimiento.


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Cristina Del Gaudio

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