De los pocos actos mágicos
que perduran
me quedo
con el arrullo diario, infaltable,
de los pájaros,
el roce de sus alas
en las ventanas,
sus distintos trinos,
el vuelo perfecto,
coreografiado;
de los tan pocos
actos, fenómenos mágicos
me quedo
con los incesantes cambios
de la deslumbrante enredadera,
la de las flores color violeta;
la que apareció de la nada
o del todo: de una semilla;
me quedo
con esa ráfaga de viento
que la trasladó,
colocándola
justo justo en el sitio
desde donde puedo verla,
desde donde puedo sorprenderme
con sus constantes mutaciones,
su insistente
perdurabilidad;
me quedo, claro,
con el árbol dorado
y el desnudo;
me quedo con este clima helado
que invita al café, a la inspiración,
a la charla,
a los abrazos,
al acurrucarse en compañía;
me quedo
con el hombre
que no dejó su humanidad de lado,
que sigue resistiendo,
que sigue peleando,
¡que sigue sintiendo
y puede expresarlo y demostrarlo!
me quedo con todos los tipos de amor:
el de los amigos, los de verdad,
el de las parejas,
el amor a lo bueno, a lo bello,
en todos los sentidos;
¡a las tantas ofrendas
que la vida nos otorga
y muchas veces, no las advertimos!
de la pequeña porción de magia
que resiste, que no renuncia
me quedo, también,
con el recuerdo
de unos ojos increíbles
mirando a lo lejos,
quién sabe hacia dónde,
mientras pensabas quién sabe en qué;
entretanto, mis ojos
¡detenidos, absortos, locos!
inmersos por completo
en ellos.
Antes,
siempre.
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