Quizás
los árboles, desnudos,
despojados de su atavío otoñal,
se inclinan
como nosotros,
dentro de los abrigos;
quizás
el invierno transforme,
ese silencio
que alivia
interrumpido, cada tanto,
por alguna voz, una bocina,
un grito, ¡ufffffff!
¡todo resulta insoportable!
¡con lo que cuesta apaciguar la cabeza
ante la tormentosa retahíla de problemas!
en fin,
somos, apenas, huesos, músculos,
sangre;
algunos,
creemos tener alma.
Si la tenemos,
¡vaya si se perturba
con esta inoportuna
interrupción de nuestros pensamientos,
de nuestros sueños!
si no los tuviéramos
¿cómo sobreviríamos
a la extenuante "realidad"?
finalmente,
luego de un rato
todo vuelve a la calma.
¡Ahora sí!
¡nuestra imaginación
en su apogeo!
desfilan entre miles de recuerdos, esas playas
en las que vivimos tantas aventuras;
aquellas otras,
de las que nos contaron increíbles historias;
también...
¡montañas, ríos, lagos, mares,
llanuras, bosques!
¡y el canto de los más bellos pájaros,
para goce del oído, del espíritu!
el café caliente
detrás de la vidriera helada
ayuda,
claro.
Los árboles
reciben, de pronto,
algunas gotas del cielo;
¿se sentirán aliviados?
¿qué seríamos sin ellos?
¿qué sería de esta ciudad,
de las otras?
solo casas, edificios, cemento.
Gris.
Solo gris.
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