El paso del tiempo
no es tan malo;
al contrario,
nos hace "ver",
nos quita esa nube de los ojos,
nos acerca
al nosotros mismos
que siempre estuvo allí,
esperando;
que siempre nos hizo un guiño
y no supimos si era un aviso;
no supimos, entonces,
qué hacer, cómo seguir,
qué sentíamos o no sentíamos;
transcurrieron los años
y algo que observamos,
una situación que se nos presenta,
un hecho que alguien nos narra,
de pronto,
sin que nos hayamos dado cuenta,
abre desmesuradamente
esa mirada casi ciega,
amplía el horizonte,
expande el espíritu;
llega, en fin,
el momento que nunca imaginamos
o apenas, supusimos
que llegaría;
el momento clave:
el de enfrentarnos a tantísimos porqués,
a la causa de todos esos padecimientos
que hoy nos desvelan:
¿de dónde proviene
este miedo, esta vergüenza,
esta rabia, este rechazo,
esta actitud defensiva?
así, comienzan a desfilar
en nuestra mente,
la que permaneció, también,
¡¡por años!! velada
momentos
en que no hicimos lo que deseábamos,
o hicimos lo que no deseábamos,
por temor, por no quedar mal con...,
por lo que fuera;
se inicia el juicio:
es muy duro
enfrentarse a tantas pruebas
en nuestra propia contra;
optamos, entonces,
por culpar a un alguien,
a varios, al destino, a Dios...
¡y otra vez
quedamos atrapados en el mismo círculo vicioso
y viciado!
deberíamos confiar un poco más
en nuestro auto-veredicto,
intentar aprender de aquel pasado
en el que hicimos, no hicimos,
dijimos, no dijimos;
ser menos despiadados,
sin dejar de reconocer ciertas fallas;
¿cambiamos?
¡seguro que sí!
hasta nos queremos un poco
o mucho más;
debió transcurrir ese lapso temporal
para que esta instancia
sucediera;
levantemos la cabeza,
los ojos, elevados al cielo,
más allá, mucho más allá
de lo que nos rodea;
ahora sabemos, más o menos,
de qué se trata.
Suspendamos esa condena cuasi eterna,
quitemos todo ese dolor, esa tortura,
inútiles
al tratarse de hechos
que ya sabemos,
prescribieron.
¡La vida
nos da una nueva chance!
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