domingo, septiembre 17, 2023

Ni la tormenta

 detendrá

 este impulso


 por hacer

 lo que vine a hacer;


 o así lo creí siempre

-y sigo creyéndolo-;


ni la lluvia torrencial,

ni el viento más poderoso,

ni los truenos más temerarios


podrán


con mi felicidad,

mi pequeña felicidad


de dibujar historias,

diseñadas con signos

con, sin significado


provenientes de pensamientos,

de la imaginación,


de sueños,

de ilusiones,


sin grandes expectativas

pero sí esperanzas.


Si bien es domingo

y cabría deprimirse


no lo haré,

pues esta tempestad no volverá,


este instante precioso en que tecleo esto

es y será único,


no puedo perderme nada,

no debería perderme nada,


si amo de este modo a la naturaleza,

en todos sus estados,


los árboles, florecidos, verdes,

despojados de follaje,


como sea;


las gotas azotando


para luego recorrer

el ventanal


también son parte

de esa frescura, esa renovación

que nos son ofrecidas,


por alguna razón,

sin ninguna.


Recrearé en mi mente

instancias de fiesta genuina,

de risas, de abrazos poderosos,


como si el sol más brillante

estallara en el cielo;


nada, en absoluto

cambiará,


si  dejamos que el tedio, la abulia

nos capturen;


si cedemos al descontento,

a la pena,


a la desazón;


claro que no olvido


la situación dificilísima

de tantos


que no tienen vivienda,


que deambulan por las calles

en busca de refugio,


o viven en lugares muy precarios,


víctimas

cada vez más seguido,

de inundaciones,


de tantas carencias;


pensemos en ellos,

pidamos por ellos,


tenemos un techo,

podemos respirar el aire purificado


¡sentirnos vivos!


podemos remontarnos al pasado

o a un pasado no tan lejano,


¡recordar los tantos momentos

buenos,


dejar a un lado los difíciles,

los tristes!


y nuestros ojos 

pueden, deberían

brillar, sonreír,


siempre


esté como esté

el clima.


Nuestros ojos

deberían


siempre


-al menos, intentarlo-


sonreír.




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Cristina Del Gaudio

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