martes, septiembre 12, 2023

Reedición

 Se desdibujan

 con el tiempo


 los rostros,

 las miradas;


van olvidándose

ciertas o varias palabras;


es así


que nuestra mente

completa esos puntos suspensivos,


pone énfasis,

pone animosidad,


pone risas,

pone sentimientos,

pone enojos, desengaños,


donde

no los hubo


o no fueron

tal como la imaginación

diseña o rediseña


ese pasado,


esa historia;


tal vez,

para autoconvencernos

de que no fue tan terrible

esto, aquello,


de que esa persona,

esa situación compartida

o no


fue divertida,

emocionante,


¡digna

de contarse!


digna

de reproducirse


verbalmente

o por escrito;


finalmente,


no existe un solo pasado.


Cada uno se lo devolverá

y lo devolverá


según sus experiencias,


según cómo le afectaron

determinados sucesos,


según cuánto significó alguien

-o sigue significando-


en sus vidas;


aunque la verdad

siempre anida


en algún hueco

oculto, oscuro, negado


de la memoria;


incluso, en ocasiones,

uno mismo cree


que está relatando

lo que en efecto, sucedió,


olvidando


que fabuló

bastante,


probablemente,

casi toda la narración;


esto no sería problema

en el caso de los poetas, escritores;


nunca se sabrá


qué hay de verdadero,

-si lo hay-


cuánto de ficción,


en sus líneas


y en ese caso

en particular,


será el lector

quien elija creer o no,


proponer

otra trama,


armar el puzzle

a su antojo,


imprimir

un final distinto,


un final

elegido


a su criterio,


"el que debió ser",

para él.


Nada es totalmente cierto

ni en lo que puede confiarnos

un amigo, un pariente, un vecino


quien sea;


todos jugamos

a inventar, a recrear,


quizás,


este juego


nos aliviane,

de algún modo,


el acuciante

existir.


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Cristina Del Gaudio

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