Cierro los ojos
y ahí estás,
estamos
como alguna vez,
como en ese lapso breve
¡imposible olvidarlo!
solo en mis sueños,
solo en algunos sueños;
al despertar
insisto en que el sueño continúe
y no.
Despierto
del todo:
algo alegre,
-impregnada aun de esos envíos del subconsciente-
ensimismada, muy ocupada
en lo que puede estar pasando
o pasará o asumo que pasará
en mi vida, digamos, real.
Aquello parece haber sido perfecto,
pues eran otras las circunstancias:
sin demandas, sin expectativas,
sin temores, sin precauciones;
solo estar, ser uno
en esos instantes infinitos;
hoy
agobiada por esto, por aquello
no es tan simple vivir una situación, siquiera, similar;
Sé que debería intentar,
-de hecho lo hago-
reproducir
aquí, en este mismo momento
vivencias,
sensaciones,
desempolvar
pequeños rincones
del alma
olvidados,
desempolvar
esperanzas,
activar
nuevos sueños
-pero despierta-.
La existencia, finalmente,
es una línea recta
y uno no puede o no tendría que separar
como si se tratara de un libro,
cada uno de los capítulos.
Todo tiene conexión
con todo;
los sueños
que remiten a tiempos de liviandad,
-probablemente, más felices-
reenvían a la urgencia
de regresarlos
transformándolos al hoy, a lo que somos hoy,
a lo que hacemos hoy,
al mañana,
a lo que imaginamos será nuestro mañana,
sin olvidarnos
de este preciso momento.
Momento
que es y será único,
irreemplazable.
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