Estás ahí.
Sé que tal vez
aceptarías seguirme,
mas triunfa en mí
el orgullo,
el recuerdo de tus "apariciones" y "desapariciones"
continuas;
las devoluciones
que en vano esperé
hace un tiempo.
Sí, seguramente
volverías con tus saludos pseudo-afectuosos,
tus corazones aprobatorios,
alguno que otro comentario,
-si es que lo habría-;
pero no me alcanza.
¡Tendría tantas palabras
por decirte!
¡tanto de mí
para tan nada!
no quiero colocarme
en el lastimoso lugar
en que me ubicarías,
ya no más.
Pero en el cielo azul
brilla como nunca
ese sol maravilloso,
hay hojas coloridas
por todas partes,
caen sobre mi cabeza,
sobre mi abrigo,
mientras camino
por las veredas ornamentadas
en amarillo, ocre, rojizo,
-según-.
el otoño
me vuelve vulnerable:
el café caliente,
el vidrio empañado del bar,
las servilletas en las que improviso ideas
que serán o no poemas
desdibujan mi cordura,
mi sensatez
y es entonces
cuando experimento ese imperioso deseo
de buscarte.
Pero no quiero lastimarme,
bastante lo hice antes;
entonces
te quito de la pantalla,
ignoro el "seguir"
y continúo con mis letras:
el único modo
de enmarcarte en algo soñado
aunque inalcanzable;
pero el único modo
de no olvidarme
de que existen los sueños
así nunca se concreten.
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