¡Qué pena,
quienes en pos
de éxitos, de dinero,
se olvidaron,
se olvidan
de su alma!;
no entienden
que allí se aloja
el ser verdadero,
despojado de un cuerpo,
de todo lo material;
donde germina, crece
lo que se es,
lo que se siente
de verdad;
lástima
que tantas veces
se desoiga ese aullido,
esa solicitud insistente
de regreso
a nuestro ser
natural,
a lo que quizás,
fuimos cuando niños:
tiempos
en que no se privilegiaba
lo que se tenía,
lo que se deseaba tener,
¡no, nada de eso era prioritario!
Solo cuando la mente logra dispersarse,
elevarse,
¡se escribe con letras invisibles!
así, tantos crean
solo en lo que ven;
se pinta esa obra de arte
que pocos, muy pocos
visibilizan,
pues entonces, lo que nos trasciende
no es lo tangible,
no son las posesiones;
solo lo necesario
para vivir,
para poder seguir,
para poder contar estas, tantas experiencias,
para dibujar historias
dentro nuestro
y luego,
arrojarlas
en cualquier papel,
cualquier dispositivo,
para que algunos -o muchos-
rediseñen sus propias narraciones,
reescriban sus propios versos:
en principio,
en su interior.
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