Podría decir
que es domingo:
pues el silencio
hace más ruido que nunca;
el sol,
¡menos mal,
el sol!
lo ilumina todo,
-hasta los pensamientos más oscuros-;
podría excusarme, digo,
diciendo que es domingo
pero como no llueve,
ni hace frío
no alcanza,
no basta
para imponer
ese recuerdo
que de todos modos,
exigiría un esfuerzo,
insuficiente hasta para una sola lágrima;
pues hace tiempo, no exprime mi corazón
ni altera mis sentidos;
no hay domingos
sin melancolía,
¿o sí?
no importa el día,
el clima, la hora;
te fugaste
o te fugué
de toda sensación
de añoranza,
de toda ilusión,
¡aun de los sueños!
pensar que solo era leerte,
oír tu voz, -¡tus mentiras!-
y no importaba nada más
-ni siquiera me importaba de mí misma-.
Hoy puedo mirar por la ventana
o no,
salir o no,
sonreírle a esos árboles
que apenas exhiben las primeras flores
de esta primavera,
-otoño, en tu caso-
que no promete nada,
que desoye todo clamor,
cualquier exhibición de tristeza, de alegría;
al activar, sin saberlo, ese renacer,
ese nuevo despertar, ¡esas ganas!
que tanto pero tanto
me hacían falta.
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