Otra semana.
Semana de miedos,
de problemas,
de risas,
de proyectos;
mas siempre y como siempre
impregnada de ese elixir de esperanza,
del misterio seductor que implica ignorar un futuro
que podría, puede ser inmediato;
de esos:
mañana, quizás,
pasado,
la próxima semana.
Aunque este maravilloso día,
tan parecido al verano
es lo único que cuenta,
lo único tangible;
cada uno de los pensamientos,
los presagios,
los actos,
las decisiones,
en instantes,
se esfumarán
o profundizarán;
estará la misma casa
del techo de tejas
en el mismo sitio;
pero no será lo mismo,
no se sentirá lo mismo
al verla, al admirarla;
tampoco
a la enredadera,
ni a los árboles,
ni a los trenes,
ni a las personas;
nada será igual
dentro de un segundo.
Por eso, un segundo
que parece nada
¡es tanto, es muchísimo!
Todo, absolutamente,
puede cambiar,
para bien,
para mal.
Dejar de ser importante
lo que fuera
y recuperar, segundos después,
su importancia;
así de relativo,
¡así de efímero!
el beso de hoy,
el abrazo,
no serán iguales a los de mañana.
ni los recuerdos,
ni los sueños,
ni los deseos,
ni los enfados;
pues, dentro de un rato,
mañana -o quien sabe a partir de cuándo-
nuestra perspectiva,
nuestra actitud
-absolutamente proclives
al cambio-,
revertirán
cualquier cuestión.
Y en ello reside
la magia
de la vida.
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