lunes, febrero 03, 2025

Poder finito

 Todo lo indica.

  

 La muerte

 en ocasiones, envía señales.


 Ya se colocó sus negros guantes,

  los más negros que uno podría imaginarse.


  Lo rodea,

  comienza su proceso,


  absorbe, poco a poco

  lo que resta de hálito de vida,


  aniquila


  la sombra de quien lo fue tanto

  o así lo creyó y así lo creyeron muchos;


  el cuerpo, delgadísimo,

  la mente, despojada, vacía,


  poco falta

  para que se desplomen


  y no haya retorno.


  El:

  quien tuvo mucho más que demasiados,


  ¡que tuvo demasiado,

  dio demasiado,

  proveyó de todo


  a demasiados!


 hoy


 no recuerda nada

 de ese antiguo poder:


 todos esos cargos importantes,

 esos bienes, esa libertad

 de hacer y disponer,


 ese reír despreocupado,


 la risa de los que lograron 

 lo que la mayoría no logra,


 la risa del triunfo,

 de la sensación de seguridad


 ¿para siempre?


 los años

 se encargaron de quitarle

 

 no sus posesiones,

 no su dinero,

 no su posibilidad de obtenerlo todo.


 Le quitaron

 sus recuerdos,


 sus actividades,

¡su libertad!,


 ¡los rostros

 de sus seres queridos!,


 hoy, objetos

 como cualquiera,


 de los que ignora su nombre,

 su procedencia, sus hábitos,


 todo.


 En fin, los años 

 llegaron durísimos,


 como si  se cobraran

 aquella vida que seguramente varios

 habrán envidiado;


 hoy no puede hacer nada,

 ni sus mínimas necesidades,


 no es más que una sombra

 que resistió cuanto pudo


 mas ya olvidó cómo hacerlo.


 La muerte lo aguarda

 en la cabecera de su cama:


Suerte

que el hombre no puede ver ni escuchar

su risa terrorífica,


su risa triunfal.

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Cristina Del Gaudio

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