Voy a contarles
una historia
acerca de una vivencia clave
en la vida de cierta chica,
(la que solía usar
un gracioso sombrero color negro).
Resulta que esta joven, de pronto, sintió dentro de su corazón,
un orgullo inmenso, un amor por sí misma
como jamás había sentido.
Todo desapareció de su mente,
¡no podía pensar en nada más!
olvidó situaciones
olvidables e inolvidables
al sentir la vibración del alma despertando,
-tal vez, antes no se había dado cuenta
de cuán dormida estaba-;
todo esto y más
lo experimentó
cuando alguien, -no importó ni importa quién-,
la anunció a un otro alguien
-del que tampoco nada se sabe-
así, textualmente (salvo el ignorado interlocutor):
"XX, llegó la escritora";
ella no supo qué decir,
menos, disimular las lágrimas
que le nublaban la mirada,
¡y ese nudo en la garganta!;
¡tan inocente!
por primera vez,
se había sentido nombrada
no por su nombre, no por sus tareas
en aquella horrible oficina.
¡Por su quehacer literario!
apenas, se trataba de frases para tarjetas
de salutaciones
¡pero ella las había escrito
y por primera vez
un otro, ¿qué suma saber su nombre?
le pagaba por lo que más amaba hacer!
era muy poco dinero,
apenas, el que correspondía a las líneas que se escogieron,
mas el dinero no importaba,
ni que no hubieran elegido más frases;
lo grandioso, lo mágico
fue que a partir de ese momento
ella tomó conciencia
de su condición;
así continuó su historia,
así continúa.
-con la salvedad
de que ya no necesita que la mencionen
ni le recuerden su inclinación, su don-.
Ella hace tiempo,
-probablemente, a partir de ese día-
nunca olvidó, ni por un instante,
quién era y cuál sería su destino.
Es hermoso, ojalá algún día sentir lo de la chica de sombrero negro.
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