El hombre no pensó,
no imaginó, siquiera;
esas "cosas"
pasaban en las películas,
en las tantas series
que veía, ve
sobre todo, en los fines de semana,
pochoclo en mano;
el hombre
no creyó
en que la ficción
se parecía, se parece en mucho a la realidad
y viceversa;
que si bien, son actores, son historias
en una pantalla
no todas reflejan hechos
imposibles de concretarse
en nuestra cotideaneidad,
en la de nuestros amores,
en la de nuestros amigos,
familiares, la de quien sea;
el hombre
creyó que terminaba
la temporada
y solo había que esperar
la próxima
para que la catástrofe siguiera
o se solucionara
tranquilo, con la creencia instalada
de que casi siempre
ese final hollywoodense
sería feliz.
Y se quedó tranquilo,
no cuidó su salud,
tampoco, a sus seres más queridos,
contribuyó, en más, en menos,
a la contaminación, al deterioro de la naturaleza,
del clima,
sin pensar
-aun cuando alguna o varias de esas sagas fílmicas
se lo avisaban-
en la consecuencias
que esa desidia
basada, muchas veces,
en intereses económicos,
caería
sobre él mismo,
sobre todos.
En su afán
de una conveniente apropiación
del famoso "carpe diem"
recorrió países,
si le fue posible, hasta los más exóticos,
así, pudo mostrarle a cualquiera,
exhibir en las redes,
esos supuestos logros,
¡las fotografías,
los videos
los testimoniaban!
y compró, compró, compró
todo lo que quisieron y lograron
venderle;
acumuló cosas
que hoy le resultan pesadas,
acumuló deudas
que hoy le resultan impagables;
el hombre creyó
que todo era parte de ese show,
que ese final ilusorio, hollywoodense,
se trasladaría a su propia vida,
sin hacer demasiado o haciendo muy poco
en pos de una supuesta reproducción;
no se dio cuenta,
no vio,
no advirtió
lo importante:
que las películas, las series, los libros,
la poesía, la música,
las canciones,
siempre mostraron, muestran
algo o mucho de lo que podía, puede suceder,
lo que nadie se atrevía, se atreve
a exhibir;
el arte
entre sus tantos atributos
es también el que arranca las caretas,
aun las más resistentes,
el que no vacila en enfrentarnos
a nuestros más profundos temores.
Por eso, los viajes,
por eso, el mostrarse, el "de"mostrar,
por eso, el consumo excesivo,
por eso, la acumulación;
hoy
muchos,
desde la soledad
de un aislamiento, obligado,
comienzan a entender;
los que todavía
estamos afuera
también.
Lástima los tantos,
como en toda guerra,
sea entre humanos,
sea contra una amenaza virósica,
que no logran sobrevivir;
por eso,
los que quedan,
los que queden
supongo, no deberían desperdiciar esta
quizás, una de las últimas
o la última oportunidad
de recomenzar.
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