El árbol,
pequeño, mediano,
más grande,
menos, más frondoso,
abre sus ramas,
su follaje
a lo que sea;
no pide,
no espera,
no aguarda determinadas condiciones
para existir,
para brindarnos su belleza,
sus distintos colores, -según la época-,
¡su oxígeno!
lástima que el hombre,
muchos hombres
alucinados por su ambición,
con absoluto desprecio
hacia todo lo bueno,
hacia todo lo que beneficia
a sus propios congéneres
lo arruinen todo,
impiadosos,
desconsiderados,
sin tener en cuenta
que ellos también se perjudican
en pos de su objetivo,
se trate de su casa,
otra casa, un objeto,
se trate de una construcción,
se trate de lo que sea que haga
centrado en su supuesto beneficio,
¡por dinero, siempre el dinero!
ignorando
cuánto se pierde
por su egoísmo,
su negligencia.
El árbol,
los árboles
que aun quedan
todavía,
siguen con su danza
más, menos agitada,
según el viento,
siguen siendo tan verdes
como el verano, el sol, las lluvias
se los permitan;
tan amarillos, rojizos,
según sus preciosas hojas
se tornen;
así,
las distintas mutaciones;
¿les dolerá cuando los talan?
¡son seres vivos!
absolutamente desinteresados
y sin lugar a dudas,
absolutamente imprescindibles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario