¿Por qué tiene que ser
difícil, cada día más difícil,
con todas las imposibilidades
posibles
y aún más,
muchas más?
¿Por qué no poder
abrirse al beso que llega
de tan cerca,
que se espera
y se recibe,
que no se espera
y siempre está ahí,
al alcance?
¿será que lo que cuesta
es lo que más se ansía?
¿habré perdido, olvidado,
restringido a un solo objeto de deseo
mi capacidad de sentir,
de experimentar, de amar?
¿habré extinguido ex-profeso
toda expectativa,
todo intento de probar con un nuevo sueño,
con una nueva experiencia,
por cierto, muy distinta,
la que no me acarrearía
tan tremendo dolor,
la que muy probablemente
me provocaría muchas más risas,
muchos menos llantos
o ninguno?
¿será que estoy convencida
de que nada de eso, nada bueno,
nada amigable, afectuoso, contenedor,
me está destinado?
no lo sé.
No sé tampoco
si esta condición del decir,
hábito, inclinación,
lo que fuera,
me incitan
a la eterna búsqueda de fantasmas,
de seres efímeros, volátiles,
inexistentes
para mí.
¡Mi maldita imaginación
insaciable, siempre en busca
de nuevas complicadísimas experiencias;
negada, al parecer, a todo lo simple,
lo accesible,
aliada del sufrimiento,
de los insomnios,
del miedo,
de las esperas inútiles,
de los sentires no correspondidos,
de las mentiras,
de las manipulaciones,
del abandono,
de la soledad!
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