Busco y busco
y no sé
a qué extracto asirme;
siento que caigo
en pendiente,
que no puedo parar,
que nadie puede ni podrá
sujetarme;
consejos, tips,
juegos, distintos personajes
desfilan,
sugieren;
nada puede hacerme
olvidar ni aceptar
esto
de estar lejos,
sin un abrazo, un beso,
una caricia,
sin las empanadas
de mi madre,
sin su voz
al lado,
su aroma
tan rico,
¡siempre huele tan bien!
sin las bromas
de mi hermano,
de las cuales
fuí o soy o no sé si seguiré siendo
una de los pocos festejantes;
¡sin el apretón, fuerte,
de mi adorable sobrino
que dice tantos te quiero!
puedo ahora detenerme
y contarles,
puedo correr hacia mis letras,
pedirles ayuda,
siempre van a socorrerme,
¡lo han hecho en tantas ocasiones!
aunque no hallo la palabra exacta
para definir
lo que ronda,
lo que agobia,
lo que se retuerce
en mi estómago
cuando recupero aquellas imágenes,
cuando imagino otras,
por cierto, muy distintas
que se instalan
en la mente,
en el espíritu
cual animales carroñeros,
se alimentan de mi fuerza,
de mi fe;
no puedo, siquiera,
hacerme a la idea
de perderte,
de perderlos,
de perderme;
no puedo
salir, como si tal,
caminar a dos metros
de tantas personas
que conozco,
verlas así,
con la boca tapada
por el barbijo,
por el miedo;
si pudieras, si te lo permitieras,
si quisieras
tu voz
ayudaría;
tu voz
audible o escrita,
sumaría,
de cualquier modo,
para retomar el motivo,
confiar en una posibilidad,
vislumbrar el final del inacabable túnel;
soñar, de nuevo,
el sueño del amor;
reivindicar la utopía
de que existe ese sitio
donde reunirnos,
aquí, más allá,
lejos, muy lejos,
ahora, en un rato,
mañana,
cuando sea,
en un instante preciso,
precioso,
de la eternidad.
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