De lo tanto
que lloré
alguien, algo,
parece haberlo advertido:
¿existe el Cielo?
¿Dios?
¿o es el universo el que está en consonancia
con los deseos más fervientes?
de lo tanto que lloré,
inundando cafés, calles,
rincones de mi casa,
¡de otras casas
de otra gente!
de lo tanto que anhelé
saber, ver,
entender,
sucedió.
Siempre hay un peso,
algo, una situación determinada,
alguien
que inclina nuestra espalda,
que nubla nuestra mirada
a veces, durante años;
en este caso,
de pronto
supe lo que ansiaba -o no-
saber;
cuando esto ocurre,
solo cabe agradecer;
el equipaje se aliviana,
las especulaciones se acallan;
la ansiedad, el miedo,
la tristeza
van esfumándose.
Y el sol brilla
aquí, allá;
pero mucho, mucho más
dentro de un ex-atormentado
espíritu.
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