Pudo haber sido
un día,
unas horas,
al menos
de esa alegría
que alivia
que alimenta
después de años
de padecimiento;
pudo ser
pero no fue;
¿por qué insisto
en esperar las felicidades
del afuera,
cuando sé muy bien
que cuando lo deseo
soy capaz de construir mis ratos,
mis horas,
mis días
llenándolos de historias
recreadas, nuevas
que me dan
sin que lo pida,
ese gozo incomparable,
solo estando,
solo siendo,
en mente, alma?
gozo superlativo que excede lo imaginable,
que a nadie ni a nada debo
proveniente de este don
que me tocó en suerte,
que nunca me abandonó,
así se mantuviera silencioso,
oculto,
a la espera,
siempre a la espera
de mí,
solo de mí.
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