Así como vendrán
los tiempos
en que el hombre
reparará en el hombre
entenderá
que es su semejante,
a pesar de no coincidir,
a pesar de no aceptar ciertas debilidades,
ideas, pensamientos, posturas;
llegará
o retornará
el tiempo
del respeto, de los principios,
de la sonrisa
compartida aun con alguien desconocido;
¡de los buenos deseos,
de los abrazos!
de esa complicidad
evidente, también la tácita
entre dos o más o miles
de seres;
finalmente,
todos,
de una u otra manera,
extrañamos a alguien o a varios,
queremos a alguien o a varios,
tememos a la soledad
aunque también gozamos de ella
en ciertos momentos;
todos tenemos mucho miedo
a perder,
la salud, a personas, valores,
quehaceres, posibilidades
de cualquier índole;
a la muerte
propia o de alguien más.
Todos creemos
ser dueños de esto, de aquello
y apenas
si lo somos o tampoco lo somos
de nosotros mismos:
de nuestro cuerpo,
de nuestra alma;
lloramos cuando no nos ven
y para que nos vean;
gritamos, nos enojamos,
celamos, juzgamos, tantas veces
equivocadamente;
todos cometemos errores,
aquí, en otras ciudades, provincias,
países
latitudes;
todos necesitamos
casi casi las mismas cosas,
mas coincidimos, supongo,
en ese bastión,
al cual nos aferramos
en los días difíciles,
en los días de tormenta.
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