Con la cabeza inclinada
por alguna, varias preocupaciones,
se pierden tantas aves desfilando
armoniosamente;
se pierden tantos árboles
extendiendo sus brazos
hacia nuestro desdén,
nuestro encierro,
nuestra negatividad
de algunos de esos días;
digan que a ellos no les importa,
siempre estarán, salvo que el clima
decida lo contrario;
las aves ofrecerán sus trinos,
el verde ofrecerá su frescura, su oxígeno,
sus maravillosas hojas de tantos colores
que luego se desprenden
y tantas veces
caen a nuestro lado,
sobre nuestro hombro
y no las advertimos;
no entendimos
que ese instante exacto
¡ese retorno, siquiera, momentáneo,
a nuestro ser natural
es tan valioso!
nada supera
a ese, aquel, a cualquier paisaje
de donde sea,
en el momento en que sea;
no hay fotos ni folletos
ni pinturas que siquiera se asemejen
al árbol desnudo
o cubierto de hojas verdes, amarillas,
rojas;
al cielo azul
que nos rodea
nos parece
algo trivial
o ni siquiera
lo registramos;
no habrá ninguna expresión artística
que exhiba de un modo tan preciso
la deslumbrante, perfecta
coreografía
de los cisnes,
en el inmenso
lago;
¡tremenda exposición!
¡siempre a nuestro alcance,
siempre tan lejos!
¡permitámonos
parar la cabeza!
apagar los dispositivos
por un momento
¡y respirar!
ese viento fresco
en los días de verano,
-los árboles
tienen mucho que ver en ello-:
démosles las gracias,
siquiera con el pensamiento;
¡solo están
y nada menos!
en tanto, los minutos, los días, las semanas
transcurren
muchos de nosotros insistimos en nuestros monotemas patológicos
de siempre;
es lógico, entonces, ese rictus
de amargura, de decepción,
¡la sonrisa, la empatía
absolutamente devaluadas!
tales expresiones de disgusto
no significan más que la avidez,
la desesperación
por el retorno a una nueva posibilidad
de acceder a determinados "bienes"
que nos convirtieron
en esto:
seres abúlicos
como zombies,
imbecilizados, deprimidos,
ansiosos,
demandantes,
violentos, en tantos casos,
¡despojados de nuestra condición humana!
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