Con el tiempo,
me encontré con un antes
al que si tuviera la posibilidad
de regresar
le modificaría ciertas cuestiones,
determinadas decisiones que hoy considero erróneas,
probablemente, evitaría ciertos desbordes
a los que hoy no les hallo sentido;
no está mal
esta autoevaluación,
me ayuda a entender
cosas que me pasan o no me pasan ahora,
gente con la que fui, quizás, injusta,
gente que fue, quizás, injusta conmigo;
me doy cuenta
ahora
de que en todos, absolutamente,
residen posturas que pueden pensarse
como hostiles;
pero no existirían esas, tal vez, malas actitudes
o pensamientos
si no convivieran
con los, digamos, "buenos";
por cierto: ¿qué es lo malo?
¿qué lo bueno?
supongo, insisto,
en que coexisten, necesariamente,
todo se enfoca
en el aprendizaje:
¿aprendí de lo que hoy coloco
en el lugar de lo "malo"?
¿aprendí de lo que hoy mismo
o hasta hoy creí lo "bueno"?
podría decir que sí.
Lo mejor de mí
-o lo que otros me atribuyen como lo mejor-
habitó en mi, sin dudas,
junto a lo "peor"
que pudo estar relacionado
con reacciones exacerbadas
productos de una
fuerte decepción,
de un gran dolor,
una pérdida,
un maltrato.
Por eso, no pueden separarse
las vivencias, las acciones
de nuestros años,
aquellos, estos,
en "muy bien hasta acá",
"muy mal luego"
incluso:
"muy bien después también"
o "muy mal"
o "solo mal"...depende.
Nada es determinante,
comprendí con los años,
nada, -excepto daños irreversibles, trágicos-
alcanza para encasillarnos
ni por un rato,
ni por un solo instante;
podemos pensar lo peor
y lo mejor al mismo tiempo;
actuar o no en consecuencia,
¡somos humanos!
nuestro ego, en ocasiones,
se impone a todo lo demás:
¡sin darnos cuenta -o dándonos cuenta-
de que alguna vez
-incluso, ahora mismo-
olvidamos priorizar
al amor!
así se hubiera tratado, se trate
del amor más grande
de nuestra vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario