No basta,
no, no basta ya
cuando a través de esas pequeñas palabras
me arrojás o intentás arrojarme
-aun a la distancia-,
un calor que ya no alcanza,
vocablos que remiten a aquellos, antiquísimos,
casi olvidados
-o no olvidados
pero que se desea olvidar-;
no, no bastan esas migajas,
no me llega nada -o casi nada-
de aquellos abrazos,
de aquella
que en ese momento
era una contención
¡no, mucho más!,
fruto de un amor
que estaba en su plenitud,
que colmaba
toda carencia,
todo deseo,
toda necesidad
de afecto, de empatía;
sé que me amaste
¡a morir!
como también
te amé...demasiado;
hoy
apenas me dan ganas
de recoger las cenizas
que pudieron haber quedado
de aquel incendio
que acontecía
en cada encuentro.
No es que no quede nada
pero falta, no es suficiente...
De todos modos,
entiendo que es todo lo que podés darme
-dadas las circunstancias-.
¿Acaso, no me sucede algo similar?
Me importó mucho, muchísimo
aquel vínculo
al que creí
interminable;
duele, a veces,
reconocer ese error de concepto;
hoy sé muy bien
que nada es interminable
ni nuestra vida,
ni nosotros,
ni todo lo demás.
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