viernes, septiembre 04, 2020

Un aire distinto

 Les creí


y enfermé

anímica, espiritualmente.


Tuve que ver,

tuve que oír,

releer


al grande, ¡al más grande de todos!


lloré.


Mucho.


¿Cómo pude permitir

el empeño de ciertos seres

en apagar mis otrora incesantes llamas,

mi sentido?


hoy,

el fuego fatuo;


¡intenten apagarlo,

si se atreven!


el fuego que no daña,

que brinda calor,

sin esperar nada,


que estalla en miles de chispas de miles de colores


que son palabras,

que son voz,

que son latidos.


No me había dado cuenta

de que durante mucho tiempo

creí, solo creí

estar viva.


No pude crecer, tal vez,

lo que hubiera deseado,


al no lograr separar

este sendero privado, mágico


de tanta basura,

de tanto horror,

mentiras, miedos.


Sobreviví

y por eso estoy de nuevo

y quiero contarles.


Hubo veces

en que me ocultaba

para escribir


en medio de rostros agrios,

enmarcados en escenarios tediosos,

grises, abúlicos:


esas caras secas,

esos fingimientos,

ese "hacer de cuenta"

de que se hace;


si pude con eso,

puedo, podré 

con esto


y más;


provista

tan solo de alguna lapicera o similar,

alguno que otro papel o varios,


donde, cuando puedo,

como sea,


igual que antes,

plena de ese ímpetu, esa generosidad

de mi pensamiento, de mi alma!


esa fe, poderosa,

en mi vocación;


mis letras, indeclinables,

imparables, compañeras de dolores,

de gritos mudos, de goces ocultos;


volví.


Volvió mi risa

al darlo vuelta todo


y verlo, olerlo, absorberlo,

desde otra perspectiva.


¡Un aire distinto!


aquí, un retazo

de lo que vendrá;


pues siempre vendrá algo nuevo,

hoy, ahora, impensado,


en un momento,

mañana, 


cuando sea.



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Cristina Del Gaudio

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