Somnoliento,
extenuante
verano;
el soplo incendiario
del sol
atraviesa paredes, vidrios,
¡campos!
y el ánimo,
claro;
dan ganas de salir
y temor, al mismo tiempo:
¿la culpa la tienen los periodistas
y sus trilladas alertas meteorológicas
amenazantes?
todo da que pensar
que si salís
es probable que no vuelvas vivo;
¡maldito encierro!
y la vida afuera,
esperando
el soplo fresco,
la lluvia refrescante
¡ya llegará!
purificará el ambiente,
las ganas,
volverá el movimiento,
la actividad, los encuentros;
entretanto,
escribo, aun agobiada, aburrida
y también pienso en vos,
claro;
las dos únicas cuestiones
que me hacen olvidar del resto,
de absolutamente todo;
pensar en vos, sobre todo,
me rescata
de este sopor, de esta incertidumbre,
¡nada más certero
que mi amor, este amor!
me haría tanta falta
ese abrazo desde la lejanía,
o siquiera alguna,
una, media palabra,
así proviniera
de otro hemisferio;
es probable
que nunca más sepa de algo como aquello,
más allá
de que me empeñe,
de que lo desee fervientemente,
llore, extrañe, sueñe,
evoque, ansíe, me enoje,
me desespere;
aunque
te lo escriba
a través del único medio,
la única ventana que no me cerraste
todavía;
a pesar
de no saber si lo leés o no;
si lo hicieras, lo harías
con tu gesto,
con "ese" gesto
para seguir con lo tuyo,
en el marco de tu invierno helado,
viendo esa misma película u otra,
sentado en tu sillón rojo, muy similar al mío
pero distinto,
junto a quien, según asegurás,
se trata de "el amor de tu vida".
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